lunes, 8 de agosto de 2016

La guerra en la Mesoámerica del posclasico

Artista: Christian Jégou
A la par de los numerosos sacrificios humanos, la guerra es el aspecto con el que más se relaciona (popularmente) a la cultura mexica. El desarrollo de la práctica bélica fue el impulso para la expansión del dominio del impero sobre los demás pueblos de Mesoamérica (habiendo sus excepciones como los purépechas y los yopis, entre otros), las campañas militares tenían como objetivo la obtención de nuevas ciudades tributarias, caminos y rutas comerciales. Dado a que la civilización mexica fue una cultura militar, el refinamiento del arte de la guerra fue inevitable, por lo que en las narraciones de los conquistadores, frailes, filólogos cobrizos y en el códice Mendoza o Mendocino podemos encontrar descripciones de sus tácticas empleadas en la guerra así como un amplio catálogo de rangos e insignias militares que nos ofrecen un panorama de la manera en que se hacia la guerra medio milenio atrás en Mesoámerica. No se debe de olvidar que la forma en que se desarrolla un combate en el México prehispánico difiere en objetivo con la visión occidental pues mientras que en esta se pretende matar al enemigo, los indígenas preferían capturarlos con vida; la guerra no era sólo un instrumento del expansionismo, también era la manera en que se podía acender en el ámbito social y obtener gracias y honores mediante el sistema de capturas.


Los conceptos de ejército y guerra

 La guerra es un aspecto fundamental para la construcción, imposición y expansión de un gobierno. El acto bélico es un rasgo particular de la especie humana, sin embargo en cuanto a logística, algunas civilizaciones la han desarrollado más que otras. Sun Tzu ha dicho que la guerra es “[…] un asunto de importancia vital para el Estado […]”.[1] De esta manera, entendemos por guerra la confrontación entre dos o más fuerzas armadas por la obtención de diversos beneficios sociales, económicos o políticos.

El actor principal de la guerra, el ejército, debe estar estructurado bajo un sistema de estratificación que mantenga cierto orden dentro del combate, de lo contrario esta masa de individuos armados sería una horda, “tienen papeles específicos en todo el proceso de la campaña militar. […] a esta relación de subordinación la denominaremos el sistema de mando.”[2] Tal jerarquización militar alcanzó un gran desarrollo y complejidad en el imperio mexica.

La declaración de guerra en Mesoamérica

            En el entorno mesoamericano del postclásico, la declaración de guerra tenía aspectos particulares, para comenzar con enfrentamientos bélicos las principales razones eran las rebeliones, asesinato de correos o mercaderes mexicas, alcohúas, tepanecas (es decir miembros de la Tripe Alianza) o algún insulto hecho a los embajadores. Antes de anunciar la guerra los tlatoani o gobernantes de alguna provincia o ciudad enviaban tres mensajeros.
[…] el primero al señor del Estado, ordenándole cumpliese lo que se le encargaba dentro cierto tiempo so pena de ser tratado como enemigo; la segunda, a la nobleza (pipiltin) para que persuadiese a su señor que no diese ocasión a la fuerza, y la tercera al pueblo para darle cuenta de los motivos que tenía su soberano para la guerra […].[3]

Si estas tres advertencias no promovían un acuerdo, la guerra era irrevocable. El campo de batalla era acordado previamente a los conflictos. de las Casas explica que la zona en donde se desarrollaba la lucha era “[…] cierto espacio de tierra que de propósito dejaban por tierra común entre los términos de ambas provincias o ciudades.”[4] Al declararse la guerra se enviaba una diligencia al territorio, ciudad o provincia enemiga con encargo de avisarles el día del ataque para que estos prepararan su defensa, pues dentro de la cosmovisión guerrera mesoamericana el llevar a cabo un ataque sorpresa era motivo de deshonra y cobardía, al mismo tiempo, se les enviaban rodelas y vestimentas de algodón como señal del desafío.


Las armas

Antes de hablar, de las armas mexicanas del posclasico debemos ubicar nuestra mente en la realidad indígena de la guerra, luchar contra el enemigo en el campo de batalla son situaciones de lógica diferente entre la cosmovisión occidental y la mesoamericana, pues como se ha dicho antes se buscaba capturar al enemigo con vida en vez de matarlo. Los prisioneros de guerra otorgaban al captor renombre y condecoraciones, por lo que las armas están diseñadas antes para herir que para matar, sin embargo, esto no quiere decir que no fuesen capaces de causar terribles heridas mortales.

de las Casas refuta esta afirmación al haber escrito "[...] aunque con éstas pueden hender la cabeza de un hombre, pero no cortar cercén un brazo, puesto que le corten o quiebren o troncen el hueso, cuando menos cortar cercén un pescuezo de un caballo con riendas y todo, como algunos dicen por engrandecer sus hazañas"[5]

En cuanto a las armas defensivas, de las Casas menciono grebas y brazaletes de madera, al mismo tiempo hizo referencia a cascos, sin embargo, los cuatepoztli pudieron tener un propósito decorativo antes que defensivo (dado que Clavijero escribió que no estaban hechos únicamente de madera, sino también de otras materias), así mismo los tlahuiztli. Es necesario suprimir la concepción de un guerrero de élite con armadura pesada para adentrarnos en el mundo de la guerra en el México prehispánico pues como he dicho en repetidas ocasiones, la idea y la manera de hacer la guerra es distinta en occidente que en Mesoámerica, pues incluso, mientras los europeos resguardaban sus tropas mejor preparadas los mexicas las disponían en primera linea. 

Para describir las armas indígenas se requiere de un estudio enfocado únicamente en la panoplia mexica, pues de no serlo así sólo sería un precario catalogó de las armas más populares de Mesoámerica y no un ensayo que abarque la funcionalidad de estas,  la durabilidad y la elaboración.

Luis Armando D. Alarcón
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[1] Sun Tzu, El arte de la guerra (México: Axial, 2012), 7.
[2] Marco Antonio Cervera Obregón, Guerreros Aztecas, (España: Nowtilus, 2011),  16-17.
[3] Clavijero, Historia Antigua de México, 318.
[4] de las Casas, Los Indios de México y Nueva España, 53.
[5] de las Casas, Los Indios de México y Nueva España, 52.

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