Educación
No hay forma de decir que existe un
razonamiento náhuatl sobre el concepto de educación, no obstante, podemos
escudriñar en la huehuetlahtolli
(antigua o vieja palabra) y encontrar un pensamiento reflexivo que contraste
con un esclarecimiento de la enseñanza en este periodo, definir el concepto
“educación” en el México prehispánico debe de apartarse de la idea
contemporánea de dicho aspecto y centrarse en términos que representen el
paradigma náhuatl. Dar una explicación a
este rasgo cultural bajo los criterios que se han mencionado obliga a una
lectura analítica de los trabajos escritos por los autodenominados filólogos
cobrizos (tomando en cuenta las disertaciones de Clavijero), donde se
encuentran discursos que apelan al entendimiento nahua sobre la educación.
fol.61r Códice Mendoza |
Creo
una especie de academia de poesía, de astronomía, de música, de pintura, de
historia y del arte adivinatorio, y llamó a ella los más hábiles profesores del
reino; éstos se congregaban a tiempos en cierto lugar a conferir sus luces y
arbitrios, y para cada una de estas ciencias y artes fundó escuelas en la corte[1]
La educación era gratuita, pública y
obligatoria para los nahuas. Era el deber de todo padre procurar que sus hijos
asistieran por tres años a alguna de estas escuelas. Los centros de estudio funcionaban
a manera de internados, no obstante, por la tarde los jóvenes tenían permitido visitar a su familia por
unas horas, eran acompañados por sus demás compañeros y su maestro o maestra.
La educación en los centros de estudio finalizaba cuando los padres pedían a su
hijo o hija para que este se casase, o bien, el estudiante pidiera licencia
para salir a desposar a alguna mujer.
La concepción primordial para comprender la
educación bajo los criterios nahuas, explica León-Portilla, es el In ixtli, in yóllot[2] (El rostro, el
corazón) bajo estos dos rasgos de la anatomía humana se basan los principios de
la definición nahua de “persona”, dicho de otra manera: cada humano es dueño de
un rostro y de un corazón; esta idea metafórica del hombre es el arquetipo de
la educación puesto que los temachtiani
(maestros), al compartir su conocimiento, se dice, estaban formando rostros
sabios y corazones fuertes, a esta acción se le llamaba ixtlamachiliztli.
Maestro de la verdad,
no deja de amonestar.
Hace sabios los rostros ajenos,
hace a los otros tomar una cara,
los hace desarrollarla.
Les abre los oídos, los ilumina.
Es maestro de guías,
les da su camino,
de él uno depende.
Pone un espejo delante de los otros,
Los hace cuerdos y cuidadosos,
hace que en ellos aparezca una cara…
Gracias a él, la gente humaniza su querer,
y recibe una estricta enseñanza.
Hace fuertes los corazones,
confronta a la gente,
ayuda, remedia, a todos atiende.[3]
Con este fragmento del Códice Matriense,
discernimos que el transmitir sabiduría a un rostro constaba en despertar un
pensamiento reflexivo en las personas; por tanto, el hacer fuertes los
corazones suponía humanizar el
razonamiento del individuo. Estos aspectos contrastan con nuestra idea de
“educación” y satisfacen una definición que responde al entendimiento náhuatl
de este concepto.
El
ritual de nacimiento
El nacimiento nahua estaba cargado con
simbolismos evocados a la profesión que el infante ejercía en su vida adulta,
así mismo, en el ritual era prometido al telpochcalli
o calmecac, sin embargo, existen
discrepancias en este aspecto, pues mientras Sahagún describe que cualquier
persona puede ingresar a estas escuelas (a criterio de los padres), Clavijero y
Fray Bartolomé clasifican al calmecac
como centro de estudios para los pipiltin
y el telpochcalli para los macehualtin, no obstante esto se
desarrollara a detalle en otro capítulo.
fol.57r Códice Mendoza |
Niño
precioso: los dioses Ometecuctli y Omecíhuatl re criaron en lo más alto del
cielo para enviarte al mundo; pero advierte que la vida que comienzas es triste
y dolorosa y llena de trabajos y miserias, y en creciendo no comerás el pan sin
el trabajo de tus manos. Dios te guarde y libre de las muchas adversidades que
te esperan.[6]
Al
pasar cuatro días los padres organizaban un banquete (a medida de sus
posibilidades económicas) donde el recién nacido siendo varón y el padre siendo
un guerrero obsequiaba a su hijo un pequeño arco, cuatro flechas que
simbolizaban el occidente, el oriente, el medio día y el norte, se le regalaba
también un atuendo bélico, posteriormente, durante el amanecer se consagraba a
este nuevo rostro y corazón a la guerra, solicitando a los dioses recibieran al
recién nacido de esta forma:
Señor
dios Sol, […] y vos, oh tierra, madre nuestra, os ofrezco esta criatura para
que como vuestra la amparéis; y pues nació para la guerra, muera en ella
defendiendo la causa de los dioses, para que goce en el cielo las delicias
preparadas a los hombres esforzados que sacrificaron a tan buena causa su vida.[7]
Sahagún escribió que la partera tomaba las
armas que habían sido regaladas al niño, se las entregaba y pedía a los dioses
le dieran al infante el don de la lucha, una vida de batallas, y la muerte
digna de un guerrero para que este pudiera ascender a donde descansan los
guerreros fallecidos.
Aquí
están los instrumentos de la milicia, con que sois servido, con que os gozáis y
deleitáis; dadle el don que soléis dar a vuestros soldados, para que pueda ir a
vuestra casa llena de deleites, donde descansan y se gozan los valiente
soldados que mueren en la guerra, que están ya con vos alabándoos. ¿Será por
ventura este pobrecito macegual uno
de ellos? ¡Oh señor piadoso, haced misericordia con él![8]
Consecutivamente las armas que habían sido
regaladas al niño eran enterradas en algún campo de batalla donde se suponía
podría pelear algún día. Estos elementos serían símbolo del surgimiento de un
nuevo guerrero. En el libro sexto de Fray Bernardino de Sahagún se encuentra
una descripción similar del rito, sin embargo en vez de ser enterradas las
armas que han sido obsequiadas al nuevo niño se menciona que es el cordón
umbilical el que sepultaban en un campo de batalla con la esperanza de que su
nombre resonara en la lucha y perdurara el paso del tiempo como un valiente
guerrero. Así mismo encontramos abluciones e invocaciones que aunque con el
mismo propósito se decían de distinta manera, por lo que se puede discernir que
los ritos de nacimiento no eran dogmáticos en la cultura náhuatl.
El ritual no tenía grandes diferencias entre
el varón y la mujer, “Si era hija la recién nacida se le aprontaba el traje
propio de su sexo, un huso y algún otro instrumento de tejer.”[9] El
nombre que se les otorgaba a los nuevos niños se tomaba del día que habían nacido,
de algún fenómeno de la naturaleza que ocurriese en los días cercanos a su
nacimiento o, en el caso de los hombres se les llamaba con nombres de animales,
a las niñas con nombres de flores los cuales eran elegidos por supersticiones o
por algún adivino.
Educación
doméstica
Los simbolismos bélicos del ritual de
nacimiento náhuatl son sólo el comienzo de la ardua vida militar que
desempeñaría el recién nacido. Durante los años que el infante no asistía a los
centros de estudio eran únicamente instruidos por su padre en el paradigma
náhuatl del buen comportamiento, “ […] la rectitud, lealtad familiar y respeto
a los ancianos”.[10] Acostumbraban a los niños a sufrir el hambre y
el frio y a ganar su alimento con labores domésticas. Si eran irrespetuosos los
amonestaban con palabras o con castigos que variaban desde dejarlo dormir fuera
de casa hasta pincharle la boca o el cuerpo con espinas de maguey, todo
dependía de la gravedad de su ofensa y del criterio de sus padres.
Al llegar a una edad competente, los padres
enseñaban a sus hijos el manejo de las armas, la caza era el mejor medio al que
podían recurrir para desarrollar sus habilidades. Si el padre era un militar los
niños eran llevados al campo de batalla para que se acostumbraran a los ruidos
de la lucha y a la sangre, con el fin de que perdiesen el miedo.
Telpochcalli
Los telpochcalli
eran centros de educación destinados a los macehualtin,
esta escuela estaba dedicada a la educación militar y no a la religiosa por lo
que dado el enfoque de este ensayo daré preferencia a esta institución y no a
la de los pipiltlin.
“Cada Calpulli
tenía una plaza de reunión, la cual recibía el nombre de Tecpan, en estas plazas se encontraban
localizados dichas instituciones.”,[11] Al llegar la edad de quince años los
padres entregaban a los hijos al telpochcalli
donde comenzaba formalmente la educación militar de los jóvenes mexicas.
El telpochcalli,
al igual que el calmecac funcionaba
como un internado donde los jóvenes comían y dormían, la vida en ambas
instituciones era dura para los estudiantes pues se pretendía fortalecerlos
ante las adversidades de una campaña militar. En el telpochcalli se le daba ropa al recién llegado “Los muchachos
llevaban vestidos iguales, porque el ir bien vestidos consiste en vestirse como
todos […] Cuanto llevaban era un maxtlatl
o taparrabo, una especie de cinturón delgado atado a la cintura y una capa.”[12]
Fray Bartolomé explica que el telpochcalli era atendido por el telpuchtlato que como veterano militar ejercía
el papel de pedagogo, “Los viejos tenían también a su cuidado la escuela […]”.[13] La
educación en esta institución comenzaba después de que los jóvenes hubiesen
comido, se alimentaban con poca comida y tortillas duras,[14]
entonces los pasantes eran instruidos en el manejo de la panoplia mexica y la
captura de prisioneros. Después de recibir
las lecciones sobre las armas y haber practicado con ellas se sentaban
en un petate para escuchar a un anciano contarles la historia de su pueblo y de
los toltecas.
Sahagún relata que cuando los jóvenes del telpochcalli llegaban a una edad
adecuada se les llevaba a lo alto de los montes a recolectar pesados leños para
alimentar el fuego de la casa, si mostraban fortaleza al cargarlos se
consideraba que ya eran aptos para la batalla.
[…]
llevábanle y cargábanle las rodelas, para que las llevase a cuestas; y si
estaba ya bien criado, y sabía las buenas costumbres y ejercicios a que estaba
obligado, elegíanle para maestro de los mancebos, que se llama tiachauh; y si era ya hombre valiente y
diestro, elegíanle para regir a todos los mancebos y para castigarlos, y
entonces se llamaba telpochtlato; y
si ya era hombre valiente, y si en la guerra había cautivado cuatro enemigos,
elegíanle y nombrábanle tlacatécatl,
o tlacochcálcatl, o quauhtlato, los cuales regían y
gobernaban el pueblo. O elegíanle por achcauhtli,
que era como ahora alguacil, y tenía vara gorda y prendía a los delincuentes y
los ponía en la cárcel.[15]
Teóricamente como ha dejado testimonio
Sahagún, los hijos de los macehualtin
podían ascender en la jerarquía mexica hasta el rango de tlacatécatl (capitán o jefe de lanzas) es decir, un caudillo
militar. Desde los ritos de nacimiento cargados de simbolismo bélico, hasta las
enseñanzas del padre y finalmente las del telpochcalli,
la vida de un nuevo rostro y corazón estaba orientada a la guerra, las
abluciones que la partera recitaba en su nacimiento lo consagraban a una vida
de lucha y de ser así, a la muerte en batalla. La dura educación guerrera de
los mexicas formó a los grandes militares que alguna vez fueron el puño de
hierro del imperio.
fol.62r Códice Mendoza |
Luis Armando D. Alarcón
Comenta y aporta más a este tema.
[3] Bernardino de Sahagún, Códice Matriense de la Real Academia,
edición del Paso y Troncoso, vol. VIII, fol. 118, recto, citado en Miguel
León-Portilla, Toltecayotl (México:
FCE, 2014), 193-194.
[4] Clavijero, Historia Antigua de México, 272.
[8] Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva
España, (México: Porrúa, 2013), 381.
[10] Miguel León-Portilla & Librado
Silva Galeana, Huehuetlahtolli –
Testimonios de la antigua palabra (México: FCE, 1991), 49-86.
[12] Von Hagen, Los Aztecas, 13.
[13] Von Hagen, Los Aztecas, 14.
[14] Bartolomé de las Casas, Los indios de México y Nueva España (México: Porrúa, 1996), 209.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario